Este cuaderno fue el primero que hice cuando descubrí el scrap. No tenía apenas medios ni materiales; lo construí con lo que tenía a mano en casa, reutilizando cosas, improvisando y aprendiendo sobre la marcha. Ni siquiera pude comprar un cuaderno en blanco, así que me fabriqué uno desde cero con mis propias manos. El resultado no fue perfecto, pero para mí en aquel momento significó mucho más que la apariencia: fue mi refugio.

Hace unos años estuve prácticamente inválida durante 7-8 años por un problema en la médula y las lumbares. Una vértebra se desgastó, la almohadilla desapareció y terminé en cama, casi sin poder moverme. En ese tiempo la vida se volvió muy limitada, y en las noches en vela, cuando el dolor era demasiado fuerte para poder concentrarme en la lectura —otra de mis grandes pasiones—, encontré en el scrap una vía de escape. Fue lo que me desconectó del dolor, lo que me ayudó a sentir que seguía creando, que seguía adelante pese a todo.

Ese primer cuaderno, aunque sencillo y frágil, fue un símbolo de resistencia. A través de él descubrí que, con pocos recursos, pero con imaginación y ganas, se podían construir pequeños espacios de belleza y sentido.

A continuación, os dejo el vídeo, donde podéis ver cómo, página a página, va tomando forma aquel primer intento lleno de ilusión. Es cierto que algunas tarjetas se han perdido con las mudanzas, otras se rompieron con el paso de los años, pero lo esencial permanece: fue el inicio de un camino que me sostuvo en un momento muy difícil y que aún hoy sigue siendo parte de mi vida.


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