No son momentos fáciles, lo sé.
Sé que hay días en los que abrir los ojos pesa más que todo el cuerpo.
Días en los que hasta respirar parece un acto de valentía.
Días en los que te preguntas en silencio si de verdad vas a poder con todo esto…
y, aun así, aquí estás. Y eso, créeme, ya es heroico.

Estos últimos meses han sido una tormenta interminable.
Un cielo que no deja de llover sobre ti, empapando el alma, calando hasta los huesos.
Has sentido que el dolor no te da tregua, ese cansancio que no se va, aunque duermas, esa mente que se agota antes que el cuerpo, esas ausencias que pesan más que cualquier maleta.


Pero escucha bien, porque quiero que esto te quede muy claro: YO ESTOY AQUÍ.

Estuve antes de conocerte, incluso entonces, cuando tus ojos ya cargaban con una tristeza antigua que intentabas disimular con sonrisas que se rompían por los bordes.
Estuve cuando tus palabras eran pocas, pero tu silencio lo decía todo.
Estuve cuando creías que no podías más… y, sin embargo, podías.

Y sigo aquí.
Ahora.
En este instante.


En cada paso que das con el alma cansada, en cada noche donde la oscuridad parece más grande que tú, en cada mañana en la que la cama se siente más segura que el mundo.


Sigo aquí cuando dices “no puedo más” … y aun así te levantas, aunque sea a trozos.

Y quiero que sepas que también estaré.
Mañana, pasado… siempre.
Porque tú eres una de las personas más importantes de mi vida.
Y no me importa cuántas versiones rotas de ti aparezcan en el camino. Yo seguiré creyendo en la versión que todavía late dentro de ti, aunque a veces tú no la sientas.

Lo sé. Sé que está ahí.
Sé que, entre el cansancio, las pérdidas y los días grises, todavía hay un rincón de ti que respira, que desea, que espera.


Sé que tu historia viene marcada por cicatrices, que has cargado dolores que otros no ven, que has amado y perdido, que has sonreído mientras te rompías por dentro.
Pero también sé que lo que vi en ti va más allá de todo eso.

Por eso, coge mi mano.
No prometo que será fácil.
No puedo prometer que habrá días sin dolor, ni noches sin lágrimas, ni mañanas sin cansancio.
Pero sí te prometo algo: NO VOY A SOLTARTE.

Voy a estar.
Para sostenerte cuando no tengas fuerzas.
Para abrazarte cuando creas que nadie te entiende.
Para recordarte, cada día, que incluso en tu fragilidad hay una fortaleza inmensa que tú no ves.
Voy a luchar por sacarte sonrisas, aunque sean pequeñitas, aunque duren segundos, aunque lleguen acompañadas de lágrimas.

Porque, tesoro, mereces volver a vivir.
Mereces volver a sentir que hay luz, que hay calor, que hay calma.
Y si hoy no puedes hacerlo solo, lo haremos juntas.

Dame tu mano.
No hace falta que camines deprisa.
No hace falta que corras.
Vamos despacio, paso a paso.
Respira. Yo te acompaño.

Y cuando sientas que todo se derrumba, recuerda esto:
No estás sola.
Yo estoy aquí.
Y no pienso soltarte.


Descubre más desde Diario de una vida que late

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Posted in

Deja un comentario

Descubre más desde Diario de una vida que late

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo