
Hoy quiero hablaros de lo importante que es tener a alguien a tu lado cuando atraviesas momentos difíciles.
Hace unos días, como sabéis, me realizaron una extracción completa de la parte superior de la boca. Fue una experiencia dura, llena de dolor físico y de emociones intensas. Durante estos días he caminado por casa con mascarilla, intentando esconderme del espejo y del mundo, pero también ha sido un tiempo de aprendizaje y ternura.
Mi marido ha estado conmigo en cada instante. Desde el primer momento me ofreció consuelo, paciencia y una presencia llena de cariño. Me decía que mi forma de hablar le resultaba muy tierna, que le recordaba a un niño dulce, con una inocencia que le enternecía. Cada día me pedía que le mostrara cómo iban mis encías, algo que me sorprendía porque siempre ha sido muy sensible a las heridas. Aun así, se interesaba, me cuidaba y me hacía sentir segura.
Poco a poco comenzó a animarme a dejar la mascarilla. Me decía que debía resultarme incómoda, que el aire me sentaría bien. En esos momentos, encontraba la manera de hacerme reír, y entre risas me recordaba lo bonita que le parecía mi nueva boquita, que para él era una boca de bebé, llena de dulzura y ternura.
Gracias a él estoy recuperando la confianza. Estoy aprendiendo que mi sonrisa no depende de mis dientes, sino de mi forma de mirar, de hablar y de amar. Entendí que el cuerpo puede cambiar, pero la esencia siempre permanece.
A veces, las personas que tenemos cerca se convierten en nuestra medicina más profunda. No necesitan palabras grandes ni gestos imposibles, su presencia basta. Su manera de mirarnos con amor cuando nosotros no conseguimos hacerlo se convierte en una fuerza que sana por dentro.
Hoy quiero agradecerle a mi marido su paciencia, su ternura y esa forma tan bonita de recordarme quién soy. Rodearnos de quienes nos sostienen con amor es una de las formas más puras de curar el alma.
Deja un comentario