Hay libros que se escriben con la cabeza, otros con las manos… y otros, como este, con el alma. Cuando aún late algo dentro no nació para ser un éxito, ni para llenar escaparates: nació como un grito suave, como un susurro necesario. Nació porque dolía. Y porque necesitaba poner palabras a todo lo que durante años me callé.
Mi nombre es Malú García y convivo desde hace muchos años con depresión, fibromialgia y fatiga crónica. Durante mucho tiempo, me sentí invisible. Sentía que nadie veía más allá de mi sonrisa forzada o de mis días buenos. Pero también escuchaba a otras personas que, como yo, sufrían en silencio, aguantando como podían, intentando no romperse… o al menos, romperse a solas.
Este libro recoge relatos escritos en medio del dolor, pero también en medio de la fe. De la fuerza. De la resistencia. De esas pequeñas llamas que nos mantienen vivos incluso cuando sentimos que ya no podemos más. Algunos relatos son puramente personales, y otros están inspirados en lo que me han contado personas reales: testimonios que me tocaron el alma y que merecían tener voz.
Cada historia termina con una frase de esperanza y un ejercicio de presencia, para que quien lo lea no se quede solo con el peso, sino también con una semilla de luz.
Cuando aún late algo dentro no pretende dar respuestas. Pero sí quiere hacer compañía. Quiere ser ese libro que alguien abra en una noche difícil. Que alguien regale a quien ama. Que alguien lea en voz baja cuando ya no sabe a quién contarle lo que siente.
Hoy lo presento en este blog como el primer latido de muchos. Porque aquí, en este espacio, seguiré compartiendo relatos, pensamientos, frases que curan y preguntas que duelen. Este blog será también un refugio para quienes necesitan recordar que aún están vivos, aunque duela.
Porque, aunque estés rota o roto, aunque sientas que no puedes más… si aún late algo dentro, aún hay camino.
Puedes conseguir el libro aquí:
Gracias por estar aquí.
Te leo en los comentarios.
Y si crees que esta entrada puede ayudar a alguien, compártela. Porque a veces, un solo gesto también puede salvar un día.
