
Hola a tod@s
Hoy quiero hablaros de algo que cuesta aceptar cuando estamos acostumbrad@s a vivir con prisas. Los días lentos.
Esos días en los que el cuerpo se mueve despacio, la mente avanza con calma y parece que el tiempo se estira. A veces, llegan sin avisar, en medio de una semana llena de planes o cuando más energía creíamos tener. Y, sin embargo, esos días también forman parte del proceso de sanar.
La lentitud no es ausencia de vida, es otra forma de estar presentes.
El cuerpo tiene su propio ritmo, y, cuando se aprende a escucharlo, el alma empieza a encontrar equilibrio. No todos los días son para avanzar, algunos llegan para detenerse, respirar y mirar alrededor.
Cuando el cuerpo pida calma, dale ese espacio. Haz las cosas sin apuro. Deja que la mañana dure un poco más, que el desayuno se vuelva un pequeño ritual, que el silencio te acompañe sin prisa. Cada gesto consciente nutre la mente y devuelve serenidad.
Consejos que pueden ayudarte:
- Crea una rutina lenta y consciente. Empieza el día con un gesto suave. Encender una vela, estirarte despacio o mirar por la ventana mientras respiras profundo.
- Elige una actividad tranquila. Puede ser leer unas páginas, regar las plantas o escribir tus pensamientos. Lo importante es hacerlo sin presión, dejando que el tiempo fluya.
- Escucha música suave. Las melodías con ritmos lentos ayudan al cuerpo a acompasarse y a reducir la tensión.
- Cuida tu entorno. Un espacio ordenado y cálido invita a moverte con ligereza. Un aroma, una luz cálida o una manta suave pueden transformar el ambiente.
- Agradece la quietud. Cada pausa es una oportunidad para conectar contigo. Agradecer los días lentos, les da sentido y los convierte en aliados, no en obstáculos.
Recursos que acompañan la lentitud:
- Infusiones con canela, melisa o manzanilla para los momentos de pausa.
- Música instrumental de cuerdas o piano suave.
- Ejercicios de respiración o meditación guiada de ritmo lento.
- Aromas de vainilla, cedro o sándalo que aportan calma y recogimiento.
Los días lentos no restan valor al camino, lo completan.
A través de ellos el cuerpo se repara, la mente se aquieta y el alma encuentra su tono natural.
Aceptar la lentitud es aceptar la vida en su forma más humana. Y, cuando aprendes a abrazar tus días lentos, descubres que el movimiento no siempre está en lo visible, a veces, ocurre dentro de ti.
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